556’36 Km 39’2 km/h media
Durísimo.
Bien es sabido que el mayor enemigo que se puede presentar en este viaje son las consecuencias de evitar las autopistas y autovías. La mejor arma para resolver este problema es el GPS. Esta vez se ha liado para complicarnos la ruta.
Valentín sale de Úbeda a las 7:15. Aunque la temperatura es más baja que en Tarifa (15ºC), la
sensación de frío no es tan intensa. A pocos km de salir, un error al seleccionar Tomelloso como destino le hace meterse en la carretera de Andalucía (A4). Unos ciclistas que le acompañan un trozo antes de Navas de Tolosa le advierten de que es la única ruta y que la policía puede mostrarse permisiva o no. Una vez dentro de la autovía en Despeñaperros, nota la presencia de un coche de la Guardia Civil detrás suyo, y decide comportarse como una moto más.
Durante el corto trayecto hasta la salida que debe tomar, los pierde de vista. Cuando le falta poco para salir, vuelve a tenerlos detrás. Preocupado, ve como le adelantan y le hacen gestos. Por fortuna éstos son una indicación de que debe circular por el arcén. Por lo visto los agentes, en este caso, conocían el problema y deciden ser benevolentes.
Valentín atraviesa Tomelloso y Mota del Cuervo hasta llegar a Villamayor de Santiago, donde se reúne con nosotros, el equipo de asistencia, a la hora prevista
para comer. El problema es que muchos restaurantes están cerrados, la gente está de tapas y sólo pueden hacernos, de mala gana, unos bocadillos. Esto hace perder media hora a Valentín.
Seguimos hasta Tarancón. Un error de interpretación de ambos GPS nos lleva a Belinchón por una carretera desierta. En Belinchón se pierde el rastro de la ruta. Valentín pregunta y le informan de que hay una vía de servicio paralela a la autopista. Una vez tomada esta, que no es más que un camino de tierra cada vez en peor estado, vemos unos agentes que están parados en un cambio de sentido de la autopista y, a través de la valla, Valentín les llama la atención. Éstos le dicen que al lado de cada autovía debería haber una vía de servicio, y que debe enlazar con la próxima salida. El camino se vuelve intransitable. Al más puro estilo Motocross, y empujando la Bella, Valentín vadea un paso de agua y sube una cuesta. Nosotros le perdemos de vista y regresamos sobre nuestros pasos para encontrar el camino más rápido a Alcalá de Henares, donde nos espera Jose Antonio con su clásica BMW R. Nos encontramos con él e inmediatamente aparece Valentín, aunque eso sí, acumulando ya dos horas de retraso. Pero no sabíamos que lo peor estaba por llegar.
Nos hacemos unas fotos en Alcalá, en la llamada Puerta de Madrid. Jose Antonio nos escolta hacia la Sierra de Madrid, “tierra de castillos, fortalezas y atalayas”. En Valdeavero descargamos la Vespino de Aina y ésta se une a la expedición hasta el final de la etapa.
En Torrelaguna la furgoneta se despista y
empieza su periplo para llegar a Riaza sin alejarse de las motos. En esto llama Enrique Echezarreta, de Eurolloyd, que quiere unirse al grupo, pero es imposible saber en qué punto se encuentran las motos. Enrique y la furgoneta se dirigen a Riaza para realizar ya los trámites del camping y preparar algo de cena. Enrique, conocedor de la zona, decide salir en busca de las motos, que están fuera de cobertura telefónica.
Mientras tanto, Jose Antonio da ya media vuelta y las dos motos siguen por la Sierra. El paisaje es alucinante, pero poco a poco va anocheciendo y ya no se puede disfrutar de las vistas. El frío también aumenta progresivamente, igual que el mal estado de la carretera: Pasamos de una carretera de montaña normal, aunque con reses, a una estrecha pista de tierra, cada vez más angosta, llena de piedras, baches y algunos charcos que se alarga durante varios kilómetros y que convierte en un martirio el trozo final. Añadiéndole el frío, la oscuridad y el cansancio acumulado, la situación se presenta muy difícil. Afortunadamente la lluvia no hizo acto de presencia.
Ver otra vez asfalto provoca un inmenso alivio y, a marcha más rápida, las dos motos conseguimos llegar por fin al camping de Riaza más allá de las 12. Enrique nos había estado buscando infructuosamente un buen rato, aunque llegó sobre nuestros pasos. El encargado del Camping Riaza nos atendió perfectamente, pese a la hora de llegada.
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